21 noviembre, 2024

Cuarto libro: Mundo animal – El cariño de los tontos – Antonio Di Benedetto

Cuarto libro: Mundo animal – El cariño de los tontos – Antonio Di Benedetto

Por Hernán Lasque

“Caballo en el salitral” es un relato breve de Antonio Di Benedetto perteneciente a su libro “El cariño de los tontos” (1961), en éste volumen editado por Adriana Hidalgo Editora aparece junto a “Mundo animal”, el primer libro de relatos del autor. Voy a detenerme en este cuento, elogiado por la crítica como uno de los mejores cuentos del autor.

El relato cuenta la agonía y muerte de su protagonista animal. El carácter trágico estriba en que el caballito, que muere de hambre en el desierto, está uncido a un carro que transporta fardos con los que podría alimentarse.

La prosa de Di Benedetto ha sido descripta como leve, incluso pudorosa, de discreto lirismo. “Caballo en el salitral” no es la excepción, aunque podría disentir conmigo mismo porque sí hay lírica en muchas expresiones alusivas, las propias elipsis son en sí mismo un acto lírico. En este cuento, también el argumento se esboza con sequedad, podría decirse, no obstante su transparencia, su claro desarrollo.

La austeridad es correlativa de una atención a lo pequeño, a lo insignificante, a lo sutil. En este relato, el detalle descriptivo es siempre alusivo. Cada pequeño episodio, y por ser justamente pequeño, postula un mundo, pleno de matices y de posibilidades. Se lee en un pasaje: «La nueva luz revela una huella triple, que viene al carro, se enmaraña y se devuelve. La formaron las patitas, que apenas se levantan, del pichiciego, el del vestido trunco de algodón de vidrio. El pasto enfardado pudo ser su golosina de una noche; estacionado, su eterno almacén. Muy alto, sin embargo, para sus piernas cortas» Esta luz que revela la huella, ¿a quién se la revela? Al caballito no puede ser, ya que está dormido y además ciego. Es el lector quien asiste al nuevo día y a la huella. Pero esa pequeña aventura, la del pichiciego, ni siquiera tuvo lugar: el relato se detiene en sus posibilidades.

Es como si el laconismo dibenedettiano postulara una abundancia no en la intriga, sino en la suspensión. Cada pequeña secuencia esbozada por un encuentro postula una intriga suspendida. El caballito pasa por la sed, el hambre, el cansancio, el miedo, el deseo sexual y la agonía.

Como variación del tema, hay que señalar que la muerte se plantea en general para los personajes humanos de esta obra. Para que esta tragedia sea verosímil, hace falta que el relato conste de dos partes, una en la que aparecen personajes humanos y otra en la que la vida se manifiesta en formas diversas no humanas. El relato tiene dos protagonistas: Pedro Pascual, el peón que conduce el carro, y que muere cuando el árbol que lo protege de la tormenta se incendia, y el caballito, que queda como focalización de un relato en el que la aventura será enteramente animal, vegetal y mineral.

La partición neta del relato en dos partes conlleva un cambio de registro en la prosa.

En la primera, el punto de vista humano es el que guía, el que desarrolla, el que nombra y describe lo que lo circunda, el mundo animal y el mundo vegetal y mineral, también el mundo humano, cuando utiliza palabra y enunciaciones como: «medanal», «perlilla», «tabaquillo», «té de burro», «arrayán», «atamisque», «tomillo», «alpataco», «pititorra», «algarrobo», «pichiciego», «perdiz», «yagua-rondí», «solupe», «coirón», «telquí», «bañado», «retamo», «isleta», «arenal», «liebre», «cuye», «zorro», «puma», «yegua», «mosca», «ciénaga salitrosa», «jote», «catita», «torcaza», «chañar brea».

En la segunda parte, desaparece el punto de vista humano, el personaje narrado muere. Las variantes regionalistas que nombran la vida y lo mineral, ahora en un punto de vista más animal, el del caballito, por el contrario, contribuyen a enrarecer la prosa, dándole esa extrañeza característica del estilo del autor: «Ofuscado y resoplante, tupidas las fosas nasales, […][…] ha dado con una mancha áspera de solupe. […] El ramillete de finas hojas del coirón se ampara en la reciedumbre del solupe y, para prolongar las horas mansas del desquite de tanta hambruna, el coirón comestible se enlaza más abajo con los tallos tiernos del telquí de las ramitas decumbentes» Este socavamiento del verosímil realista-regionalista otorga al relato su singularidad, aquello que lo vuelve absolutamente original si se lo coloca en serie con todos los otros cuentos de animales del autor. En efecto, para que el caballito se abra a un mundo no humano, es necesario que la primera parte lo encierre en uno cultural. Si el relato careciera de esa secuencia, no solo perdería verosimilitud y potencia la segunda: la historia misma del caballito podría caer en la fábula, es decir, en una ficción en la que los animales permitan una enseñanza moral.

“Caballo en el salitral” es un excelente cuento para empezar a leer la obra de Antonio Di Benedetto; autor mendocino, contemporáneo a los escritores latinoamericanos más renombrados y conocidos, no tenido muy en cuenta por las elites porteñas en su momento, como suele ocurrir. Un escritor del interior, absolutamente superior a muchos otros de mayor renombre, ampliamente mejor que tantos bronces, y que el agua del tiempo fue entallando en el exacto prestigio y sitio que le corresponde en los meandros de la literatura argentina.

Bibliografía consultada: ARCE, Rafael y ROMERO, Laura, «Extraños, lejanos, visitantes. Los animales nietzscheanos de Antonio Di Benedetto», Boletín 18, Centro de Estudios de Teoría y Crítica Literaria (2017)

Promoción de la lectura. Sección “Cuarto Libro”

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