Cuarto libro: Alrededor de la jaula -Haroldo Conti

Recomendación del Cuarto libro: Alrededor de la jaula -Haroldo Conti
Por Hernán Lasque
El narrador de “Alrededor de la jaula”, publicada en 1966 y ambientada en esa franja fronteriza donde se mezclan el borde de una ciudad y el río, es una luz que, alumbrando en la imprecisa oscuridad de la existencia, se posa sobre el brillo que tiene lo opaco, lo griseado por el paso del tiempo, lo que parece suceder casi sin voluntad, la orilla. El puerto de la ciudad de Buenos Aires, la boca grande del río, ribera que es borde también de esa enorme ciudad que resulta ajena a los personajes, orilla de un río que es también el imposible océano para ellos, el sueño de los barcos también ajenos. El tiempo es una especie de animal invisible que camina indolente, como ausente y que cada tanto se nos revela. La materialidad del tiempo en “Alrededor de la Jaula” estructura la trama que sus personajes tejen, y crece, lentamente, como una mancha.
Silvestre es un viejo habitante de los bordes orilleros la ciudad. Ese su territorio. Restaura y hace trabajar viejos cochecitos mecánicos, hamacas voladoras, vende boletos a los pibes en la feria de los fines de semana y feriados en la costanera del Dock Sud. Milo es un joven de la calle que Silvestre “adoptó” de niño, llevándoselo a vivir con él. Silvestre envejece y muere, el joven Milo crece y mientras eso ocurre, ocurre la vida de las pequeñas cosas y de las cosas que no son cosas, en eso se va la novela. Entre ellas, el paseo que juntos realizan hasta el zoológico ubicado en el centro de ciudad. Allí, Milo y Silvestre conocen a una Mangosta que está, por supuesto, encerrada en una jaula. La bautizan, le ponen de nombre “Ajeno”. La mangosta está sola, no tiene a nadie y empieza a contar con las visitas de Milo y Silvestre. Le llevan alimento, la bañan en verano para aliviar el calor, le barren la jaula con hojas de palmera, todo lo que puedan hacer por ella desde el lado de afuera de las rejas, lo hacen. Y éste es otro punto importante en la lectura de la novela: el lado de afuera y el lado de adentro. ¿Qué diferencia hay entre el afuera en el que Milo y Silvestre se encuentran, y el adentro en el que se encuentra el pequeño animal?
Pasa el tiempo y lo que Haroldo Conti hace para cristalizarlo es de suprema poética de lo cotidiano, una narración deliciosa. Crea ( y no recrea) un escenario de tristeza y deterioro que contiene, aloja; narra la cotidianidad de un sensei suburbano que cultiva su propio jardín, y su aprendiz a quién lega cultivar el propio. Y discurre en esa cadencia de leve oscilación el transcurrir del tiempo, inamovible en su desplazamiento in objetable, letal. El movimiento de la luz del sol y la luna proyectados sobre las fachadas de los edificios, las cúpulas, los mástiles de algún barco, las altas copas de los árboles, las terrazas, las antenas de televisión. Es como si estuviésemos de pie en la vereda, al lado del narrador. Sentimos, al leer, la variación de temperaturas que la luz posee en las distintos meses del año, en el paso de las semanas. La luz, como una mancha que crece y decrece, marca también el paso en la descripción del movimiento general de la zona donde transcurren las escenas, la merma en la actividad de la pequeña feria, el escenario vacío, las personas que dejan de frecuentar los espacios al aire libre, los pocos pescadores que aguantan las noches frías que crecen desde el río metiéndose en la ciudad. Del verano al invierno pasan nuestros dos personajes y su entorno, un puñado entrañable de vecinos, amigos y conocidos, que va dando volumen a esta historia en la que sobrevuela la resignación e incluso el pesimismo en algunos personajes.
La novela es también una película sobre el hastío, una mirada crítica sobre la complicidad civil en el sometimiento no tan invisible de otras personas. La vulnerabilidad es siempre inducida, propiciada. Y es también, entre otras cosas, como toda gran obra, una novela de iniciación en la conciencia de una de las más duras la pérdidas de una persona en su vida: la infancia.
Haroldo Conti nació en 1925 en Chacabuco, provincia de Buenos Aires. Fue maestro de escuela primaria, profesor de latín, empleado bancario, piloto civil, nadador, navegante y guionista de cine. Se graduó en filosofía. En 1956, publica la pieza de teatro Examinado. Cuatro años más tarde, recibe el premio de la revista Life por su relato “La causa”. En 1962, gana el premio Fabril con su primera novela, Sudeste, y se convierte en una de las figuras de la llamada “generación de Contorno”. Publica después las novelas Alrededor de la jaula (Premio Universidad de Veracruz) y En vida (Premio Barral, cuyo jurado integraban Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez), y los libros de cuentos Todos los veranos (Premio Municipal), Con otra gente y La balada del álamo carolina. Colabora con la revista Crisis. En 1975, publica Mascaró, el cazador americano, que merece el premio Casa de las Américas. El 4 de mayo de 1976 fue secuestrado por el ejército de la dictadura cívico militar. Videla, en 1980, a periodistas españoles y sin precisar lugar ni circunstancias, le dijo que Haroldo Conti estaba muerto, pero no se ha encontrado su cuerpo, permanece desaparecido.
Promoción de la lectura. Sección “Cuarto Libro”